Recuerdo un libro: Rebeldes - Susan E. Hinton

“Cuando salí a la brillante luz del sol desde la oscuridad del cine, tenía sólo dos cosas en la cabeza: Paul Newman y volver a casa.”

No puedo dejar de pensar en esta frase al salir del cine.
Me gusta ir al cine de noche, pero es tan  helado salir del cine a las dos de la madrugada y saber que hay que caminar. No es que me desagrade caminar, pero nunca me ha gustado caminar a casa cuando hace frío, prefiero alejarme de casa antes que volver.

Lo tonto de ir al cine tarde, es no llevar dinero para volver, porque sea como sea, una vez se inicia la caminata de regreso, sabes que la persona que vuelva a casa no serás tú. Los viajes siempre hacen eso.

A veces, se siente como si me fuese a perder, a veces se siente como si no usara la cabeza.

En las noches, deseo parecerme a Paul Newman— él tiene pinta de duro y yo no. Yo soy pequeña, delgada y cuando camino en la noche parezco la perfecta víctima de violación en el titular de la mañana. Por eso evito caminar a la sombra de cualquier cosa cuando es de noche. No es que sea tan débil, pero prefiero volver a casa lo más completa posible o al menos, sin sentir que he desaparecido por completo. Entonces, pienso en Ponyboy, en esos tres chicos que salieron un día para no regresar iguales.

Nunca me han asaltado, pero Johnny después de que cuatro socs lo cogieran, no quedo nada bien. Jhonny tenía dieciséis años y le tenía miedo a su propia sombra. En cambio yo, tenía diecisiete cuando descubrí que los mejor es evitar a las personas que se ocultan a la sombra. La cara de Jhonny Cade quedó cortada y magullada, a Pony esto no se le olvidaba fácil y a mí tampoco se me olvida. Todavía recuerdo su llanto cuando lo encontraron inconsciente y cómo costó mucho trabajo hacerle llorar. Todavía recuerdo cómo me sentí de poderosa cuando corrí a casa luego de encontrarme con aquel tipo. Cómo lo derribé y cómo lloré cuando entendí lo que había sucedido.

“Si te transformas en un duro nada puede hacerte daño”

“—Oye, Ponyboy, no te vuelvas duro. Tú no eres como nosotros, así que no intentes…”

Todos podemos volvernos duros y comenzar a caminar sin rumbo alejándonos de casa, todos podemos enloquecer hasta romper una botella, la vida a veces deja de parecerse al amanecer, pero siempre es bueno recordar un poema:

“De la naturaleza el primer verde es oro 

Su matiz más difícil de asir;

Su más temprana hoja es flor,

Pero por una hora tan sólo.

Luego la hoja es hoja queda.

Así se abate el Edén de tristeza, 

Así se sume en el día el amanecer.

Nada dorado puede permanecer.”

Cuando Robert Frost lo escribió es posible que jamás imaginara que estaría en los últimos pensamientos de Jhonny Cade, que Dallas jamás comprendería el mensaje y que Ponyboy lloraría cuando sus dos amigos no regresaran a casa junto a los restos de lo que había sido. Robert Frost jamás imaginó que a veces, para algunos, puede ser muy tarde para ver el amanecer y que a Ponyboy esto le dolería y que a mí me dolería cada vez que caminara rumbo a casa en las noches.

 “Os voy a echar de menos a todos. He estado pensando en esto, y el poema aquel, el tío que lo escribió, quiso decir que eres dorado mientras eres un niño, como lo verde. Cuando eres niño todo es nuevo, el amanecer. Sólo cuando te acostumbras a las cosas se hace de día. Como lo mucho que te gustan las puestas del sol, Pony. Eso es dorado. Sigue siendo así, es una buena manera de ser.”

Tres chicos y una chica salieron a una noche de rebeldes, dos chicos murieron, uno sintió que moriría. La chica a veces, sale de noche, recuerda a esos tres chicos, traza la ruta, busca la luz y espera llegar— otra vez, lo más dorada a casa; y cuando la noche parece más fría piensa:

“Cuando salí a la brillante luz del sol desde la oscuridad del cine, tenía sólo dos cosas en la cabeza: Paul Newman y volver a casa.”  Por favor, sigue siendo dorado.